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El Nostos de Ulises y James Joyce

Bloomsday; (16 de Junio de 2015)

 

            Nostos ( griego : νόστος) es la palabra que en ese idioma se utiliza para designar el  “regreso a casa”, la idea de volver a casa después de un largo viaje. Poniendo el acento -no en el destino- sino sobre el viaje en sí mismo, Nostos es un tema tratado en muchos textos homéricos como la Odisea , en el que el personaje principal, Odiseo, se esfuerza por llegar a casa después de la guerra de Troya. Existe todo un sistema de paralelismo (lingüísticos, retóricos y simbólicos) entre las dos obras: El larguísimo periplo de Odiseo durante 20 años para retornar a Itaca, contrasta con el itinerario de Leopold Bloom por las calles de Dublín en 24 horas (y 700 páginas).

            Considerada por gran parte de la crítica la mejor novela en lengua inglesa del siglo XX, Ulises es una de las novelas más influyentes, discutidas y renombradas de la centuria. El libro ha sido objeto de numerosos y profundos estudios, críticas y controversias.

            El Ulises es un laberinto narrativo en el que no resulta difícil extraviarse. Solapados entre sí, operan simultáneamente en el texto un total de nueve sistemas de referencia que se ajustan al siguiente esquema: Cada capítulo se orquesta temáticamente en torno a un sentido o significado prioritario, tiene como contrapartida un episodio concreto de la Odisea, guarda relación con un arte o ciencia determinados, está presidido por un símbolo específico, representa un órgano particular del cuerpo humano, tiene un color propio, explora una técnica estilística distinta y se circunscribe a un locus arquetípico, dentro del cual la acción transcurre a una hora claramente identificable del día.

            El texto se segmenta en tres grandes unidades narrativas. La primera parte (Telemaquíada Episodios 1 a 3) da cuenta de las actividades matutinas de Stephen Dedalus, a quien los lectores de Joyce conocen bien por su paralelismo con Telémaco, el hijo de Odiseo. En la segunda parte (La Odisea Episodios 4 a 15), la narración detalla las peripecias de Leopold Bloom, desde que abandona la casa donde vive con su esposa Molly y su hija Milly para emprender su larga travesía por las calles de Dublín. Con un humor agudo y caótico, la novela detalla las aventuras de Bloom, el más común de los mortales que, modeladas sobre las del héroe homérico, constituyen una parábola de la anónima existencia del hombre contemporáneo. La tercera parte (Nostos Episodios 16 a 18), marca el regreso de Bloom a Eccles Street.

            El árbol de técnicas narrativas presentes en el Ulises merece comentario aparte. La diversidad de estilos es tal que aun cuando todos se integran armoniosamente en la prodigiosa unidad que es la novela, cada uno de ellos tiene la autonomía suficiente como para que se pueda hablar de dieciocho unidades novelísticas distintas. Semejante estructuración remite, más que a un modelo arquitectónico o matemático, al ámbito de las ciencias biológicas. El Ulises es un organismo vivo, con sus vísceras, nervios, músculos y fluidos. Joyce lo dotó, entre otros elementos anatómicos, de útero, esqueleto, carne, sangre, órganos genitales y aparato locomotor. A lo largo de la novela, los vocablos, frases y fonemas se ordenan en constelaciones que reproducen en el plano textual las evoluciones y fluctuaciones de un cuerpo. En el Ulises, el río vivo de la lengua reproduce el flujo incesante de la vida. Joyce perfeccionó la escritura destacando que la mente habla con unidades discursivas complejas y revalorizó ciertas intermitencias que se dan en la conciencia que al observar los planos de la realidad los reelabora con interrupciones aleatorias, pensamientos incompletos y hasta palabras en donde faltan desinencias; irrupción de una “semasociologización” que no corresponde al orden discursivo que la narrativa tradicional había seguido, según la técnica del narrador omnisciente.

            A primera vista el libro puede parecer caótico y desestructurado. Su autor afirmó que, con el objetivo de alcanzar la "inmortalidad", había introducido tantos enigmas y rompecabezas en el texto, que iba a mantener ocupados a los pensadores durante siglos discutiendo sobre el mismo. Al margen del conjunto de dificultades que plantea la obra en el orden léxico y sintáctico, en Ulises adquieren singular relevancia las cuestiones de orden fónico. Hugh Kenner, uno de los mejores cartógrafos de la era en cuyo contexto surgió la obra, y uno de los más finos exégetas de la novela, aportó al examen de su textura poética el estudio de los efectos y las sutiles modulaciones provocados por la entonación, el uso de modismos y una serie de cualidades de la voz, incluyendo el estudio de los silencios, que en Ulises, al igual que ocurre con las composiciones musicales, constituyen parte integral del texto. Estamos ante una novela cuyo lenguaje en muchos momentos es, “poesía al borde de la música”.

por Lic. Eduardo Orayen

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